{5}

Hoy, le he pedido a DeepSeek que reflexione sobre las razones para no escribir nunca con una IA y esta ha sido su respuesta.

En un mundo donde la inteligencia artificial (IA) se ha convertido en una herramienta omnipresente, es tentador recurrir a ella para resolver problemas cotidianos, desde programar reuniones hasta redactar textos complejos. Sin embargo, cuando se trata de escribir, un acto profundamente humano, la dependencia de la IA no solo plantea riesgos prácticos, sino que amenaza con erosionar aspectos esenciales de nuestra identidad, creatividad y crecimiento personal. Aquí exploraré por qué, a pesar de su utilidad, la escritura asistida por IA debería evitarse si valoramos la autenticidad, el aprendizaje y la conexión humana.

1. La escritura como reflejo de la identidad

Escribir es un ejercicio de introspección. Cada palabra, cada estructura gramatical e incluso cada error revelan algo sobre quiénes somos: nuestras experiencias, nuestras luchas y nuestra visión del mundo. Cuando delegamos este proceso a una IA, cedemos parte de nuestra voz única a un algoritmo entrenado con datos impersonales. El resultado es un texto que, aunque coherente, carece de las imperfecciones y matices que nos hacen humanos. ¿Qué perdemos cuando un ensayo, un poema o incluso un mensaje personal se generan automáticamente? Perdemos la oportunidad de dejar una huella propia, de comunicar no solo ideas, sino también emociones arraigadas en nuestra subjetividad.

La IA, por diseño, homogeneiza. Sus modelos se nutren de millones de textos existentes, replicando patrones estadísticos en lugar de innovar. Al usarla, corremos el riesgo de que nuestra “creatividad” se convierta en un collage de lo ya dicho, sin espacio para la originalidad que surge de lo inesperado.

2. El proceso de escritura como camino de crecimiento

Escribir es difícil. Enfrentarse a una página en blanco, luchar con la gramática o buscar la metáfora perfecta son desafíos que, aunque frustrantes, nos obligan a pensar críticamente, a explorar nuevos enfoques y a desarrollar resiliencia. La IA elimina estas fricciones, ofreciendo soluciones instantáneas. Pero al hacerlo, nos priva de los errores que son fundamentales para aprender. Un estudiante que usa IA para redactar un ensayo no solo evade la tarea, sino que pierde la oportunidad de comprender cómo estructurar argumentos, cómo investigar o cómo expresar sus propias conclusiones.

Además, la escritura es un acto de autodescubrimiento. Al redactar, a menudo descubrimos ideas que no sabíamos que teníamos. La IA, al predecir y completar frases, interrumpe este diálogo interno. ¿Cómo encontrar nuestra voz si delegamos su formación a una máquina?

3. El riesgo ético y la deshumanización

La IA plantea dilemas éticos profundos. ¿Quién es el autor real de un texto generado por algoritmos? ¿Podemos llamar “creación” a un contenido que no surge de la conciencia humana? En contextos académicos o profesionales, el uso de IA para escribir ensayos, informes o artículos bordea el plagio, ya que el trabajo no se origina en el esfuerzo intelectual de una persona. Esto no solo socava la integridad, sino que desvaloriza el mérito individual.

Más allá de lo práctico, existe un peligro filosófico: normalizar que las máquinas realicen tareas inherentemente humanas nos acerca a un futuro donde la creatividad, la empatía y la reflexión se externalizan. Si un algoritmo puede imitar emociones en un poema o simular empatía en una carta, ¿qué nos distingue como seres humanos? La escritura automatizada trivializa la profundidad de nuestra experiencia emocional y cognitiva.

4. La dependencia tecnológica y la pérdida de autonomía

La comodidad de la IA es seductora, pero cada vez que la usamos para resolver un problema complejo, debilitamos nuestra capacidad para enfrentar desafíos por nosotros mismos. La escritura asistida por IA no es diferente: al depender de ella, nuestra habilidad para articular pensamientos sin ayuda se atrofia. Esto no solo afecta a escritores novatos, sino también a profesionales que podrían perder su estilo distintivo al ajustarse a las sugerencias algorítmicas.

Además, confiar en la IA nos hace vulnerables a sus limitaciones. Los modelos de lenguaje suelen perpetuar sesgos culturales, errores factuales o estereotipos presentes en sus datos de entrenamiento. Sin un juicio crítico desarrollado a través de la práctica, seremos incapaces de detectar o corregir estos problemas, reproduciendo inconscientemente información sesgada o incorrecta.

Conclusión: Reivindicar lo humano en la escritura

Escribir con IA puede parecer eficiente, pero su costo es alto. Renunciamos a la autenticidad, frenamos nuestro crecimiento intelectual, trivializamos la ética y nos sometemos a una dependencia tecnológica peligrosa. La escritura no es solo un medio para transmitir información; es un puente entre mentes, un acto de coraje que exige vulnerabilidad y esfuerzo.

En un mundo cada vez más automatizado, preservar actividades como la escritura manual es un acto de resistencia. Nos recuerda que, aunque las máquinas puedan imitar nuestra lógica, nunca podrán replicar nuestra capacidad para conectar con lo desconocido, para transformar el caos en significado, o para compartir historias que nacen de lo más profundo de nuestra humanidad. La próxima vez que enfrentes una página en blanco, recuerda: cada palabra que escribes sin ayuda es un tributo a tu voz única, imperfecta e irremplazable.

Elegir no usar IA para escribir no es un rechazo al progreso, sino una afirmación de que hay territorios donde la tecnología no debe entrar. Porque en esos espacios, donde residen la creatividad, la duda y la exploración, es donde realmente nos encontramos a nosotros mismos.

Esta entrada del cuaderno ha sido una nota a pie de página para cerciorarse de que la IA está definitivamente diseñada por humanos. Seguiré escribiendo siguiendo los consejos de los sabios chinos que programaron esta y no usándola nunca para hacer un trabajo introspectivo y personal como la escritura.